Remendando sueños

Por un momento en la cabeza de la albina lo primero que se le vino es una orden, una que no había escuchado y esperaba que el pelirrojo lo hiciera. "Vamos al baño y te encargaras de bañarnos" la sola idea la tenía temblorosa era una mezcla de miedo y excitación más... Sintió decepción. Lo anhelaba más no iba a hacerlo saber de ninguna manera, sería muy caprichoso y poco honorable, una molestia de más expresar sus deseos como si tuviese derecho, uno que no se había ganado debido a su debilidad.

Cruzó los brazos para ocultar su sed de saliva y calor. Por lo que sólo dirigió una mirada a Lobo - Dunkel... no es un juego, es la manipulación encarnada, tiene en su poder a un ser poderoso que una vez desate su poder podrá destruir todo... - Le recordó la albina para apretar los labios, recordando un azote, el sonido la había estremecido - Es muy astuto- admitió para escuchar las palabras de sus maridos.

-Slevin... - Lo miro fijamente al único ojo que poseía "¿Me harás escoger entre ambas familias? Ya perdí una..." -No... no subestimes a mi madre- dijo sin más para volver la mirada al gran macho - Lobo... querrá pelear pero sé que siempre estará a favor de mi familia y mi padre no dejaría que lastimaras a su hembra - Dijo esto último con familiaridad - Entrenaré con Lobo y me haré muy fuerte... incluso para vencerlos - Murmuro para que sólo ellos escucharan, no era una amenaza, pero quería volver a sentirse segura.

- Preferiria que entrenaras con tu padre, pero ahora mismo nadie sabe donde demonios se metio - comenta serio mientras sigue tomando de las caderas a su mujer, comenzando a caminar hacia la torre, recorriendo esta rumbo a donde se encontraba la habitacion de ellos, sin decir mas palabras en el recorrido, solamente sosteniendola con firmeza de las caderas pegandola a su cuerpo, hasta que finalmente llegaron a la recamara que se les habia asignado cuando llegaron a la torre

Al entrar la puerta se cierra detras de ellos - no salgas - ordena Slevin para ir al baño donde ya una vez dentro se despoja de toda la ropa comenzando a bañarse, limpiandose todos los restos de sangre, dejando la ropa sucia en el piso, pasados unos minutos sale ya seco pero completamente desnudo - ¿sabes cuanto tiempo ah pasado sin estar juntos? - era una pregunta mas bien del tipo retorica, no buscaba una respuesta, luego de esto hace aparecer su latigo y golpea en el piso junto a ella, rozandola apenas, pero dos segundos despues sus ropas junto con la ropa interior cae destrozada en pedazos al suelo -inclinate sobre el mueble y levanta bien las nalgas- ordena serio golpeando una vez mas su latigo rozandole la pierna casi golpeandola

La loba no se imaginaba los planes del pelirrojo, se había sonrojado todo el camino y suplicaba no encontrarse a nadie en ese camino. Una vez llegaron a la habitación escucho que se cerraba la puerta, ante la orden sintió confusión ¿A dónde iba a ir? Sin embargo tenía sus ropas manchadas de sangre gracias a Slevin.

Una vez el contrario entro al baño se entristeció, si tuviera orejas estuvieran agachadas y su colita estaría entre las piernas, de verdad quería bañarse con ello. Decidió no pensar mucho en ello aunque quería compartir la ducha y lavarles el cabello, tallarles la espalda.

Pasaron unos minutos y la albina ya tenía la ropa del contrario, estaba lista para entrar y limpiarse -Creo que tres....- no terminó de decir nada cuando vio el látigo. Empezó a temblar, recordó a Dunkel, las veces que la había golpeado con eso, no es que fuera débil, podía recuperarse, el problema es que no quería volver a sentir su piel arder.

Ella estaba de pie contra la cómoda, y cuando este la ataco retrocedió hasta chocar con dicho mueble, su ropa caía por sus hombros, estaba temblando del miedo y esa piedra donde estaba Dunkel estaba brillando. Por lo qué no sabría decir si podía ver Dunkel lo que estaba ocurriendo.

A la segunda orden, con la ropa destrozada cayendo lentamente dio media vuelta, tenía miedo y al intentar subirse al mueble se dio cuenta que sus pies estaban flotando, no alcanzaba el piso y su vagina blanca quedo al descubierto.

- No... hice nada- murmuro pensando que iba a ser castigada nuevamente.

-No te preocupes, esto no es un castigo- pronuncia serio mientras desaparece el latigo acercandose a ella por detras, colocando con firmeza ambas manos en su cadera, para ese momento la toalla que cubria al carcelero ya habia caido al piso, su miembro expuesto se frotaba suavemente en la entrada de la joven, rozando la punta de este contra su clitoris, inclinando un poco su cuerpo para que su torso desnudo tocara la espalda de Natalia, alejando una de sus manos de las caderas de esta para deslizarse por debajo de su vientre, subiendo poco a poco hasta llegar a sus bien formados senos, los cuales comienza a acariciar dandoles suaves masajes, hasta ponerle los pezones duros los cuales ahora comienza a estimular con sus dedos, todo esto mientras su miembro continua frotandose con mas intensidad cada vez, haciendo que la zona intimia de la mujer fuera lubricandose, quedando lista, entonces poco a poco el miembro de Slevin comienza a abrirse paso por su intimidad, entrando en su vagina lentamente mientras le besa el cuello y acaricia sus pechos

La albina apenas puede respirar ante la situación, estaba siendo acariciada por las manos del pelirrojo, era una situación tan tranquila, no había dolor, no había sustos o grilletes. Estaba su marido más sádico tratandola con suavidad, lo cual la mantenia extrañada. Se tapo la boca mientras el contrario acariciaba con su virilidad la zona más sensible de su cuerpo, no podía evitar ponerse roja con el simple hecho de sentir su respiración sobre su piel que se había puesto sensible.

Poco a poco empezó a entrar en su cavidad húmeda, sintió molestia, ahogo una especie de gemido en las palmas de sus manos mientras temblaba. Era muy pequeña para él y se notaba al separar sus piernas. Negó con la cabeza cómo si fuese una replica, sentía que el contrario entraría con rudeza y desgarraría su interior.

Intentaba subir su cadera para hacerle más fácil la tarea del contrario para penetrarla. El collar brillaba, tiritante y eso llamo la atención a la loba. Estaba tan avergonzada que no volteo a ver a su pareja aún con la duda que rondaba en su cabeza.